El Ruiseñor, El Amor y La Muerte



Ruta infinita del rocanrol

“El Míster” como lo apodan muchos de sus seguidores, el pasado mes de agosto rompió el silencio con su quinto disco como solista y con claras intenciones de “ahuyentar fantasmas”. Un álbum que recorre y disfruta de sonidos, texturas, arreglos variopintos, pero sobretodo una lírica brutal y directa, que nos presenta la parte más “desnuda” del Indio Solari, que como es habitual, nos deja sin aire.


La tapa del disco, que muestra una foto de sus padres.

Empezando por el arte del disco, su estilo corta con el formato de “librillo” que venía usando Solari en sus anteriores producciones (en los qué plasmaba sus dibujos, sus expresiones artísticas) y opta por “homenajear” a los qué hicieron posible qué el sea lo que es hoy, rindiendo homenaje a artistas plásticos, cineastas, escritores e incluso “rebeldes” (como Dolores “la pasionaria” Ibárruri o Eva Perón).

Solari siendo entrevistado en Luzbola, su estudio. (Foro: KVK Fotos)

Continuando con la música, el disco abre fuerte con “Pinturas de guerra”, un tema con riffs alucinantes y con la poderosa voz de “Caballo loco” que penetra los oídos, además de una letra que denota una “guapeada”, una crítica a ciertas oligarquías que “curran” con la muerte, en especial la de los artistas.

En su recorrido el disco coquetea con la muerte, con fantasmas de la misma, en temas como “La Oscuridad” o “La moda no es vanguardia”, repasa la proximidad de la muerte, en ocasiones como: “La muerte, esa tonta me vino a buscar a mi” o “Ya están aquí, los vi, fantasmas de juventud, llegan para despedirse de mí”, algo qué Solari ya había remarcado en sus últimas entrevistas (recordemos que padece de “mal de parkinson”).

Además, Solari se da el gusto de usar su conocimiento cinematográfico para colocar al oyente en situaciones, lugares y contextos tan solo a través de la lírica y las melodías (tan elegantes en este disco) que cuentan con sonidos sutiles como clarinetes, chelos, pianos, coros en segundo plano, generando un “hojaldre” de sonidos compactados, cuidados, en los que no son necesarios los solos. 

Así son canciones como “Ostende Hotel”, que cuenta la historia de una pareja que se ve obligada a prostituirse en dicho hotel. Un relato contado desde la perspectiva del hombre, quien concluye en la idea de que no se puede poseer el cuerpo o el alma de alguien. Podemos encontrar temas de este estilo como “La ciudad de los encandilados”, una narración que hace un miembro de una banda delictiva, que se encuentra “aguantando” a sus compañeros en un apartamento, mientras en su mente juega el deseo de huir con el dinero del robo: “Ya tengo decidido que voy a hacer, para olvidarme de esta angustia, haré mío el motín, toda la mosca”.

La parte clave en el disco es el tema que le da el nombre, “El ruiseñor, el amor y la muerte”, una especie de “balada rockera”, en la que reaparece un personaje el cual Indio suele asociar con la figura de la muerte: la “Gran lady”. Un tema que muestra a carne viva el momento de la vida en el que se encuentra Solari. En pocas palabras, una canción que lo presenta “desnudo”. Asimismo, otro tema que lo pone en experiencias propias es “La pequeña mamba” un “híbrido” entre Pop y Rock que cuenta una historia de amor, lisa y llana de sus jóvenes tiempos.

Tras esta balanza de emociones, también nos topamos con críticas al poder y al sistema (como en “Strangerdanger”, “Panasonic y el mundo a sus pies”), Rock&Roll’s clásicos, baladas y demás arreglos. 

Hacia el final, queriendo levantar los “tintes” grises en los que el disco se balancea, llega “El que la seca la llena” un tema bailable, si se quiere, que critica algunos “pijoterismos” de la clase media actual y presenta una simpleza desde la historia que contiene su lírica: Solari relata como  en los barrios el que “seca” la botella es quien debe ir a buscar otra (“el que la seca la llena allí en tu barrio”).

Teniendo en cuenta el feedback, tanto de seguidores como críticos musicales, y en concordancia con mi opinión personal, este último disco es sin dudas el mejor de su carrera solista, algo qué solo un artista de culto como él puede hacer. Ahora, no resta más que esperar la que sería su última “misa”, y disfrutar la despedida de quien a mi criterio fue, es, y será el más grande artista del rock hispanoparlante.


Por Ruben Ferreira para Ah re!
     Editado por Valentina Alvariza


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